Entendemos la empatÃa como aquel proceso interactivo, a partir del cual una persona experimenta emociones que viven otros. Ya sea mediante la observación de la expresión de dicha emoción (empatÃa vivencial) o debido a la narración de un contexto en el que se ha desencadenado una situación emocional concreta (empatÃa teórica o cognitiva). La neurociencia atribuye este fenómeno a las neuronas espejo del cerebro. Dicho fenómeno neuro-bio-psicológico es el responsable de la empatÃa entre las personas, aunque sea de manera inconsciente, y posibilita la conexión emocional entre unas y otras.
La empatÃa constituye un elemento fundamental en la práctica de la relación psicoterapéutica. La terapeuta escucha, acoge las experiencias emocionales de los pacientes, con una actitud de estar dispuesta a compartir esas vivencias con ellos. Pero la forma como vive las diferentes situaciones emocionales es muy particular y personal, las vive según su propia manera de ser y sentir. Por lo que responderá a los pacientes con una versión modificada, no idéntica, a la que ellos sienten, que tendrá un efecto corrector y regulador. Les ofrecerÃa a los pacientes la posibilidad de entender sus emociones desde otra perspectiva y, a partir de ahÃ, se iniciarÃa o proseguirÃa un diálogo clarificador y potencialmente elaborativo. A lo largo de un proceso terapéutico, que se desarrolla sesión a sesión, se dan las condiciones para promover que se repita con frecuencia esta pauta de efecto regulador. Una vez no serÃa suficiente. Ello puede dar lugar a modificaciones significativas en la forma de pensar y sentir de los pacientes.
Desde la perspectiva de la empatÃa de la terapeuta hacia los pacientes, en la psicoterapia intentará clarificar y comprender cuáles son las bases que, inconscientemente, organizan el mundo emocional y gestionan las experiencias de los pacientes. A la vez que hará la debida introspección para reconocer qué aspectos inconscientes intervienen en la organización de sus propias vivencias. En la interacción psicoterapéutica, tan fundamental es que la terapeuta entre y empatice emocionalmente con los pacientes, como que salga de la atmósfera emocional para no quedar atrapada y cegada por ella; ya que, en ese supuesto, perderÃa su condición de poder sentir y pensar diferente de los pacientes. PerderÃa transitoriamente su capacidad de aportar una comprensión con matices distintos, que es lo que permite movilizar internamente a los pacientes para avanzar en el conocimiento y comprensión de sà mismos.
Precisamente, esta plasticidad para conectar emocionalmente, retirarse y volver a conectar de manera distinta con los pacientes constituirÃa una caracterÃstica fundamental del rol de la psicoterapeuta, a quién se le presupone una formación especÃfica para ejercer su rol laboral idóneamente. No ocurre asà fuera de la consulta profesional.
En la actualidad la empatÃa es un concepto que se ha popularizado mucho, fluye de boca en boca, conlleva una actitud con resonancias positivas; Ya que tener empatÃa se asocia con ser comprensiva, solidaria, compasiva…Y, sin embargo, paradójicamente, en la realidad puede observarse que cuando más se espera y se necesita tener esta actitud empática, no siempre se produce y más bien se esquiva. El mundo de las relaciones humanas espontáneas, amistosas, familiares, etcétera, muestra que no siempre resulta fácil empatizar con las demás personas. Especialmente cuando empatizar puede implicar quedar abrumado y atrapado por las emociones que condicionan la vida de los otros (como ejemplo, inmigrantes que vienen de su paÃs en condiciones miserables, enfermos de gravedad, personas con discapacidades más o menos severas, etc.). Corriendo el riesgo de generar dificultades en la diferenciación entre unos y otros. Esto es lo que puede constituir un obstáculo en el proceso de empatÃa.