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Ana Minieri Psicóloga clínica y psicoterapeuta en Barcelona

”Más de treinta años de experiencia en asistencia y tratamientos psicológicos en Barcelona.”

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Es sobradamente conocido el criterio de estructuración del trabajo, a partir del establecimiento y definición de roles laborales siguiendo una jerarquía de menor a mayor cualificación profesional. Con frecuencia, el/a supervisando/a utiliza este sistema jerárquico cuando lleva a cabo la elección del/a supervisor/a, otorgándole de antemano el rol de experto y el de mayor cualificación profesional, mientras que el de menor, se lo atribuye a sí mismo. En el despliegue del trabajo de supervisión clínica se irá reflejando cuál es el grado de adhesión a dichos roles externos y cómo afecta a la tarea.

En sentido estricto y excluyendo el marco de las supervisiones institucionales, puede considerarse que el/a profesional que tiene la motivación de supervisar, busca un/a experto/a capaz de ayudarle a soportar la carga emocional y la responsabilidad que le genera su rol profesional con la intención de mejorarlo. Para conseguirlo, previamente al inicio de la supervisión, ya se habrá filtrado en su mente – conscientemente o no – una distribución de roles determinada por el establecimiento de una jerarquía deseada, pretendidamente útil y que, de entrada, va a ser compartida por los miembros que integrarán la relación de trabajo. En este contexto, al/a profesional que desempeñará la función de supervisor/a se le habrá otorgado el rol de mayor cualificación, y se espera de él/la que sea capaz de responder a las expectativas asociadas a la motivación que, en ese momento, sustenta la supervisión. Por otra parte, el/a supervisando/a se hallará en una situación de complejidad diferente, puesto que se adjudicará – provisionalmente – el rol de menor cualificación, con el objetivo de que la tarea de supervisar le/a ayude a desprenderse del mismo.

Con esta implícita puesta en escena en el teatro de la mente de los/as componentes de la supervisión se inicia la realidad del trabajo, que ha quedado organizada por la distribución de los roles externos. Ello va a posibilitar la introducción de modificaciones en el escenario relacional mental o interno. Para evitar que la experiencia de supervisión resulte un choque catastrófico, y por el contrario, permitir que sea soportable y útil, la dinámica jerarquizada de los roles previamente asignados debe confirmarse mayoritariamente en la realidad, y sólo en menor medida se ha de favorecer la entrada de elementos y matices novedosos e inesperados capaces de estimular cambios en la asignación de tales roles internos.

Dicho de otro modo, las expectativas mutuas fantaseadas y la realidad de la experiencia de trabajo han de coincidir en buena parte, para que la frustración en los/as miembros de la supervisión no sea excesiva y pueda resultar un factor desalentador para continuar con el trabajo iniciado. Sin embargo, la presencia de la frustración y la capacidad de tolerarla por parte de los integrantes de la supervisión clínica constituirán la base para flexibilizar y dinamizar la relación jerarquizada. De esta manera y mediante el pensamiento, la curiosidad y el interés se podrá obstaculizar la adhesión a los roles externos.

Desde el contexto de la supervisión clínica, utilizo el concepto de adhesión a los roles externos para referirme a todas aquellas actitudes de los/as supervisandos/as y supervisores/as que reflejan y refuerzan rígida y radicalmente una acomodación a la distribución jerarquizada de los roles externos asignados, que en un principio tenía el cometido de estructurar la relación de trabajo. Si en el transcurso del tiempo y a medida que se va desplegando la supervisión estas actitudes predominan, conseguirán promover la petrificación de la jerarquía entre los miembros de la supervisión convirtiéndola en una barrera y no en un facilitador del aprendizaje y del desprendimiento del rol de menor cualificación en el/a supervisando/a. En consecuencia, la jerarquía pasa de ser una ventaja (búsqueda de ayuda para mejorar el rol profesional, distribución de roles internos y externos para organizar el trabajo de supervisión, fomentar las proyecciones para adecuarlas a la realidad, etcétera) a transformarse en un inconveniente (los roles internos están confundidos con los roles externos, tendencia a bloquear el pensamiento crítico, el trabajo no fluye de la cooperación creativa sino de la dependencia al rol, etcétera) que interfiere en la evolución y maduración de la relación de supervisión clínica y de cada uno de los miembros que la constituyen.

Evidentemente, promover la modificación progresiva de los roles internos previamente asignados a los/as componentes de la supervisión clínica, va a suponer un gradual desequilibrio en el funcionamiento de la tarea tal como se había concebido inicialmente. Es decir, la no adhesión a los roles externos provoca cambios en la dinámica relacional de los miembros de la supervisión que favorecen su evolución, y que no deberían implicar la destrucción de los roles externos, excepto cuando dan lugar a la finalización del trabajo porque ya ha desaparecido la motivación inicial y no se ha renovado por otra que justifique su mantenimiento. En los demás casos, el proceso de supervisión clínica preservaría la estructura de los roles externos, esto es supervisor/a – supervisandos/as, y transformaría la interacción de los roles internos en una cooperación creativa, capaz de optimizar la comunicación entre ellos para mejorar la comprensión del material clínico que se estudia.

Ana Minieri
Ana Minieri | Psicóloga clínica y psicoterapeuta en Barcelona

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