El enamoramiento es un estado mental y emocional que nos empuja a estar cerca de una determinada persona, que es percibida de un modo distorsionado y totalmente idealizado. Permanecer junto a ella no sólo nos produce bienestar, sino que modifica nuestra manera de relacionarnos con la realidad. Parece que el mundo nos resulta más confortable, nuestro pensamiento crítico queda mermado bajo los efectos del enamoramiento, y las cualidades de la persona amada son enfatizadas convirtiéndola en alguien muy especial, negando o minimizando todas sus limitaciones.
Puede considerarse el enamoramiento como uno de los factores más importantes, que intervienen y promueven que dos personas se constituyan en una pareja. La atracción física y psíquica que sienten, tiene su base en procesos biológicos (perseguir la relación sexual para lograr la procreación y el mantenimiento de la especie), psicológicos (buscar en la pareja lo que le falta a uno, o bien, buscar que la pareja sea idéntica a uno) y socio-culturales (el grupo social y familiar ejerce una presión sobre sus miembros, para que predomine en ellos la tendencia a elegir parejas de características semejantes, fácilmente identificables y asimilables por el entorno).
Cuando el enamoramiento es mutuamente correspondido, los dos miembros de la pareja se sienten instalados en una auténtica luna de miel, caracterizada por la vivencia de estar fusionados, de reconocerse como dos personas pasan a compartir la ilusión de haberse convertido en una mitad del otro, hacen realidad la fantasía de estar hechos en exclusiva “el uno para el otro y el otro para el uno”, quedando las demás personas excluidas de esta sintonía. Ante esta situación, los enamorados desean estar siempre juntos, la idea de estar separados les ocasiona un gran sufrimiento puesto que es sentida como una ruptura de su identidad, como si por separado ya no pudieran reconocerse como individuos.
Con frecuencia, desde la perspectiva del observador, se interpreta el estado emocional de los enamorados como anómalo y temporal. Difícilmente puede establecerse el enamoramiento como el fundamento, sobre el que se estructure una relación de pareja firme y de larga proyección. Esta cuestión constituye una paradoja, ya que si bien resulta útil la atracción que conlleva el enamoramiento para iniciar una relación de pareja, ésta no puede ganar consistencia si la ilusión que implica dicho enamoramiento no cede para permitir la entrada al principio de realidad. Es decir, enamorarse de una persona es el estímulo, el punto de partida para querer estar junto a ella, y así poder iniciar el proceso inacabable de conocerla y adentrarse en una relación amorosa de pareja. Pero el desarrollo y crecimiento de la relación de pareja requiere por parte de los cónyuges, la siempre difícil aceptación de que la otra persona proviene de una realidad diferente a la de uno. En consecuencia, se ha de ir tolerando la frustración que se deriva de las sucesivas comprobaciones, de que las reacciones y formas de comportamiento de la persona amada no se ajustan a las que se imaginaba o esperaba, sino que son diferentes.
La transformación del enamoramiento o idealización del cónyuge, en un sentimiento amoroso integrado a la realidad, supone un período de vulnerabilidad para la pareja que puede llegar a ponerla en crisis e incluso romperla. Este sería el caso, cuando el cambio evolutivo se da en uno de los miembros y no en el otro, o bien cuando este cambio tiene dos velocidades que no posibilitan el acoplamiento de los cónyuges, entonces el equilibrio afectivo obtenido en el enamoramiento se pierde y parece que ya no puede volverse a encontrar, la comunicación entre ambos puede convertirse en algo imposible y los integrantes de la pareja, de haberse sentido fusionados, pasarían a sentirse distantes como dos desconocidos. Entenderíamos que la ilusión regresiva ya no se consigue reencontrar puesto que se ha perdido, y en su lugar se desencadena una experiencia continuada de expectativas frustradas, por lo que la relación de pareja se convierte en un espacio irreconocible y persecutorio que es preferible eliminar.
Una situación bastante distinta se produce cuando los dos miembros de la pareja viven la decepción o desilusión como un proceso gradual y paulatino, y lo hacen de un modo distinto para cada uno de ellos, pero en paralelo. Poco a poco, se va dando entrada a la visión realista del otro, permitiendo una cierta renuncia al propio deseo a cambio del descubrimiento y conocimiento del cónyuge. Así es cómo la pareja puede estructurarse, no como una fusión indiferenciada, sino como dos personas que se quieren y se relacionan compartiendo un espacio común, además de habilitar los respectivos espacios individuales, en los que se hallan amigos, aficiones, trabajo, y demás actividades o proyectos personales. En función de cómo se organice el equilibrio entre los diferentes espacios, habrá mayor o menor conflicto en la relación de pareja.
Para finalizar me gustaría subrayar que, la mayor o menor dificultad de la pareja en realizar el tránsito de la fusión del enamoramiento, a la desilusión de reconocerse como dos personas emocionalmente vinculadas, dependerá fundamentalmente de las necesidades afectivas que provienen de la historia infantil de cada uno de los miembros de la pareja. La dificultad será mayor, en la medida que se conciba la propia vida como valiosa si, y sólo si, se fusiona amorosamente con otra persona. Así como también, si no conciben la relación de pareja compatible con momentos de decepción y desilusión a soportar y enfrentar.