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Ana Minieri Psicóloga clínica y psicoterapeuta en Barcelona

”Más de treinta años de experiencia en asistencia y tratamientos psicológicos en Barcelona.”

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… Como consecuencia de una experiencia traumática aguda, intensa y puntual, vivida especialmente en la infancia por constituir ésta un período de alta vulnerabilidad. O bien, si no ha existido el trauma agudo, la vivencia repetida de micro traumas prolongados e insistentes en el tiempo, que se fundamentan en la deficiente capacidad del entorno del niño a la hora de responder a sus necesidades. La experiencia de crecimiento en estas condiciones suele conllevar un impacto negativo en la construcción de la imagen de uno mismo y la propia identidad. La interiorización de estas pautas de relación erróneas y nocivas a menudo provocan actitudes autodestructivas en el sujeto.
La construcción de la imagen de uno mismo se hace a partir de “reconocerse en el otro”, por lo que el niño pequeño necesita mirarse en su madre o cuidador para llevar a cabo este proceso. En función de cómo sean las sucesivas respuestas del entorno, el niño desarrollará un nivel óptimo de autoestima o, por el contrario, se irá reconociendo como una víctima de maltratos psicológicos continuados. Existe una diferencia abismal y de consecuencias totalmente dispares, entre una posibilidad y la otra. Si la persona crece en un ambiente en dónde se le devuelve un trato adecuado a sus necesidades, de respeto, valoración y amor entonces se crea un poso de autoestima que va acumulando en su interior. Equivaldría a tener una riqueza emocional de dónde podrá extraer fuerza y confianza para enfrentarse a las adversidades a la vez que le permitirá tratarse con dignidad y respecto, propiciando que los demás también lo hagan de esta forma.
En cambio, cuando la autoestima es muy frágil o casi inexistente debido a la vivencia de un trauma psíquico puntual pero muy intenso, como sería sufrir un abuso sexual, ser abandonado, tener un accidente con daños físicos importantes, etcétera. Entonces la imagen de uno mismo y la propia identidad sufren una rotura, una mutilación que provoca en la persona un sentimiento de incapacidad, de no ser merecedora de valoración ni de cariño. Se considera y se reconoce como una víctima que solo puede esperar maltrato por parte de los otros, o bien hacerse daño a si misma, ya sea de forma sutil o de un modo concreto y muy manifiesto como son las autolesiones en forma de cortes en el cuerpo, o las adicciones al alcohol, drogas. Llegando a poner en riesgo la propia vida en los casos más extremos.
La vivencia del trauma solapado y continuado en el tiempo que anteriormente hemos denominado micro traumas, consistente en una disarmonía entre los cuidadores y el niño, ya sea por carencia o exceso de estimulación. O bien, debido a que los cuidados y las muestras de afecto se transmiten mezcladas con actitudes de rechazo e intolerancia hacia el niño, produciéndole una indiferenciación que le dificulta reconocer aquello que es bueno para él y lo que le es nocivo y perjudicial. Este estado confusional motivaría la realización de conductas de riesgo.
Tener una imagen de sí mismo inadecuada, defectuosa y/o mala desencadena intensos sentimientos de culpa muy difíciles de reparar: recibir muestras de cariño y respeto puede incrementar la culpa por no ser merecedor de la bondad, mientras que recibir un trato hostil es confirmar la mala imagen de sí mismo. Parece no haber salida.

Ana Minieri
Ana Minieri | Psicóloga clínica y psicoterapeuta en Barcelona

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