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Ana Minieri Psicóloga clínica y psicoterapeuta en Barcelona

”Más de treinta años de experiencia en asistencia y tratamientos psicológicos en Barcelona.”

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Propongo entender la hipocondría como aquella creencia mental de tener un trastorno físico grave. Puede estar apoyada en una enfermedad física real o no. En este escrito me referiré a este último grupo, es decir, cuando no está probada la evidencia real de una enfermedad orgánica.  Reflexionaré sobre la hipocondría como una seria dificultad de interpretación psicológica, motivada por la creencia rígida de que el cuerpo está dañado por una enfermedad grave. De ningún modo voy a cuestionar el sufrimiento de la persona hipocondríaca.  Discutiré cómo lo atribuye reiteradamente al nivel orgánico en vez de hacerlo al nivel psicológico; Parecería que hay un impedimento que dificulta el uso de representaciones mentales para concebir el conflicto psicológico.

En el ámbito de la psicología evolutiva se sabe que el bebé es el ser psicosomático por excelencia. Debido a su escaso desarrollo, el lactante no tiene suficiente espacio mental ni capacidad simbólica para expresar su malestar. Consecuentemente, para hacerlo, utilizará la vía del llanto y la vía somática: erupciones cutáneas, vómitos, diarreas, retortijones, etcétera. A medida que se va desplegando el desarrollo, la capacidad de mentalizar aumenta. Y se diferencia mejor lo que es el sufrimiento psicológico y emocional del sufrimiento por una enfermedad orgánica.

El trastorno psicosomático siempre conllevará la lesión real del cuerpo. Hay una restricción importante de la mentalización, poca capacidad simbólica, pensamiento concreto, no hay suficientes representaciones psíquicas disponibles del sufrimiento emocional. En la hipocondría las pruebas diagnósticas médicas indican que no existe ninguna enfermedad orgánica. Por tanto, el cuerpo tiene un funcionamiento saludable, pero eso no implica que el paciente no tenga sufrimiento y malestar. El origen del sufrimiento en el paciente hipocondríaco debe hallarse en conflictos psíquicos erróneamente interpretados. Dicho de otra forma, las molestias físicas no han de valorarse tanto como el significado psicológico que el paciente les otorga.

Cuando el paciente hipocondríaco acude a la consulta de psicología suele explicar su largo recorrido por los consultorios médicos. Y cansado de que no le puedan diagnosticar ninguna enfermedad física decide recurrir a la psicología. Acertada decisión, ya que el paciente se da la oportunidad de pararse a pensar sobre sí mismo con una persona especializada. La cual intentará promover y habilitar el espacio mental, sin banalizar ni menospreciar la necesidad del paciente de seguir acudiendo al médico para hacerse pruebas. Es necesario reforzar la prueba de realidad para intentar cuestionar la creencia de origen inconsciente y mostrarle que su enfermedad no es la verdad. No es un conocimiento contrastado, sino una creencia que desencadena convicciones delirantes y reacciones emocionales que condicionan su manera de vivir el día a día. En efecto, la mayor parte de su vida queda determinada por dicha creencia: Acostumbra a tener pocas relaciones, poca actividad lúdica, depresión secundaria a la creencia, desánimo, preocupación… Se comporta como un enfermo grave.

Es interesante observar cómo el paciente hipocondríaco es capaz de rectificar racionalmente su creencia. Ayudarle a enfrentar el juicio de realidad es lo que va a permitir esta rectificación. La ausencia de resultados positivos en las pruebas diagnósticas y ningún deterioro físico en el transcurso del tiempo favorecerá que entienda que padece un miedo a enfermar gravemente. Más adelante, probablemente repita y vuelva a sentir que ya está gravemente enfermo con toda la angustia que se deriva de ello. La repetición es necesaria para ir elaborando su comprensión sobre cómo confunde sus miedos con hechos consumados. Y cómo así, dejan de ser una fantasía para ser tratados como una realidad.

Creo que el primer objetivo del trabajo psicoterapéutico con el paciente hipocondríaco es ayudarle a tomar conciencia de su creencia para liberarse de ella. Considerar si ésta puede superar la prueba de realidad. La creencia se irá abandonando cuando se compruebe reiteradamente su falta de validez. El paciente deseará y temerá confirmar su creencia compartiéndola con otros, los médicos especialistas. Y así, darle el estatus de conocimiento, verdad, hecho real.

A medida que se va debilitando la creencia, terapeuta y paciente habrán de aproximarse a vivir una cierta sensación de vacío y después un duelo, en la psicoterapia, por la sintomatología perdida; Es la consecuencia del abandono gradual de la creencia, que dará paso al planteamiento de otros conflictos psicológicos encubiertos hasta entonces.

Ana Minieri
Ana Minieri | Psicóloga clínica y psicoterapeuta en Barcelona

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