Una persona está en un proceso de duelo cuando se halla inmersa en un estado emocional marcado por la tristeza, el dolor, la pena, la apatía, el desinterés, sentimientos de culpa…, como reacción a la muerte o pérdida de un ser querido, o a la pérdida de algo significativo, ya sea un trabajo, un proyecto, un ideal, etcétera.
A lo largo de la vida, los seres humanos están expuestos a sufrir numerosas pérdidas, unas más significativas que otras, e incluso algunas son pérdidas esenciales para poder crecer y seguir adelante con el desarrollo de las propias capacidades. Cada pérdida puede llegar a desatar intensas y diversas emociones que las personas deberán soportar, entender y clarificar en su interior. Desde este punto de vista, podríamos decir que ya desde pequeños, con ayuda de los padres u otros adultos, los individuos han de enfrentarse a la experiencia del duelo. Según cómo lo hagan saldrán de estas situaciones con una mayor madurez y fuerza para proseguir el camino de la vida. O por el contrario, si no se ha podido tomar conciencia del alcance y significación de las pérdidas en la vida de cada cual, ni darse el tiempo necesario para expresar y reaccionar ante estas vivencias, entonces podríamos decir que, en sentido general, se prosigue la vida con unas asignaturas pendientes que debilitan o merman los recursos de la persona para poder afrontar dificultades y nuevas pérdidas que va a depararle el futuro.
El término “duelo” hace referencia a dos significados: uno indica la actitud de ponerse en contacto con el dolor que provoca la ausencia, “dolerse” por la ausencia, por la pérdida. La otra significación está en relación con el inicio de una lucha, para lograr separarse y rescatar las partes de uno ligadas a la persona fallecida, o a aquello que se ha perdido. De esta manera, llevar a cabo un duelo además de sufrir por la pérdida, también implica librar un combate interno para no dejarse arrastrar por los aspectos que están indiferenciados del difunto o de aquello que se ha perdido, y de esta manera, conseguir mantener en buen estado la propia identidad, para continuar viviendo en las mejores condiciones posibles. Estar en duelo supone un trabajo mental y emocional de una gran complejidad, que exige esfuerzo y energía para poder superarlo y salir adecuadamente del trance. En según qué casos, debido a la intensa afectación, la actitud de la persona en duelo, es visiblemente diferente a como era anteriormente al duelo: la persona, además de estar triste, se halla más absorta en sus pensamientos o sentimientos, no tiene ganas de realizar las actividades que antes podían resultarle entretenidas e interesantes, hay una tendencia al aislamiento, o a estar con aquellas personas que comparten su mismo estado de aflicción, para poder acompañarse mutuamente en el dolor y hablar de la pérdida acaecida.
El proceso de duelo, es en sí mismo un generador de ansiedades añadidas puesto que, puede ser susceptible de desencadenar la fantasía y el temor de quedar atrapado en el estado emocional de pena y dolor para siempre. Y en consecuencia, al individuo en duelo se le plantea el problema de cómo poder continuar la vida con esta carga de sufrimiento tan intensa, cómo poder seguir viviendo si no hay el interés, ni la capacidad de gozar que había antes de la pérdida. En otros casos la ansiedad que provoca la evolución del duelo es la contraria, es decir, aparece un intenso sentimiento de culpa y se teme dejar de sufrir, porque tiene la significación de olvidar al difunto y separarse de él, por lo que se tiende a rechazar las posibilidades de goce que conlleva la condición de estar vivo.
Creo importante señalar que, existe una tendencia natural en las personas a eludir todas aquellas situaciones que pueden provocar dolor, por este motivo ante la situación de duelo existe un riesgo a que se pongan de manifiesto actitudes de evitación, de querer cortar con los sentimientos de dolor, de añoranza, de obligarse a olvidar rápido. En ocasiones, estas tendencias a evitar el sufrimiento del duelo no las expresa el propio sujeto, sino que pueden hallarse en el entorno, el cual presionaría de diferentes maneras para que la persona retome rápidamente su vida cotidiana con normalidad, “como si no hubiera pasado nada”.
Esta situación resulta bastante frecuente cuando el duelo afecta a los niños. A menudo los adultos tienden a apartar, a excluir a los niños de la situación de duelo, empujados por la buena intención de preservarles del dolor, y con la idea ingenua, pero equivocada, de que así no se enterarán de lo sucedido, y en consecuencia quedarán libres del sufrimiento que desencadena la pérdida. Todas estas estrategias resultan un artificio a la hora de relacionarse con los niños y pueden resultar una interferencia en el desarrollo del pensamiento de los más pequeños. Evidentemente, los niños en función del momento evolutivo en el que se encuentran, tienen un modo diferente de procesar los duelos al de los adultos, pero esto no significa que no se den cuenta de lo que está pasando.
Los indicadores de resolución del duelo son subjetivos y han de hallarse dentro de cada persona que pasa por este trance. A modo de aproximación y a nivel general, diríamos que para hablar de la salida del duelo, primero se tiene que haber entrado y haberse quedado un tiempo en él. Cuando de un modo natural y espontáneo, se recupera la vitalidad, ya no se siente la tristeza con la misma intensidad, la mente no está fijada al difunto, y ya se le puede sentir como era en vida e instalado en el mundo interno propio, acompañando por dentro, entonces puede afirmarse que el individuo ya está resolviendo su duelo. En un sentido amplio, hablaríamos de duelo patológico o irresuelto, cuando la persona que está en duelo va manifestando un trastorno psicopatológico. Con frecuencia, este trastorno suele corresponder a un estado de tristeza cronificada, con intensos sentimientos de culpa que no pueden modificarse, pérdida de autoestima, autorreproches. En otras palabras, podría afirmarse que la persona en duelo no está pudiendo separarse ni diferenciarse del difunto, y a través de las actitudes mencionadas expresa su peculiar manera de quedar enganchada a la persona perdida.