En la actualidad hay una fuerte tendencia a que las madres y padres practiquen con sus hijos la crianza de apego, caracterizada por una lactancia materna dilatada en el tiempo, insistencia en la relación marcada por el contacto físico piel con piel de padres con el bebé, compartir el lecho de los progenitores con el niño sin límite de edad. El objetivo inmediato es que la madre y/o el padre tengan una máxima disponibilidad para garantizar la satisfacción de las necesidades del hijo, y de esta manera, más a largo plazo, conseguir el mejor y más completo desarrollo posible del pequeño.
Es bien conocida la vulnerabilidad del ser humano al nacer y su dramática dependencia de una persona cuidadora para poder sobrevivir. Ello marca su carácter altamente influenciable al contexto cultural, y queda claro que según sea el vínculo primario a lo largo de los primeros años de vida, determinará en gran manera su forma de desenvolverse en las experiencias y relaciones posteriores. Dicho de otra manera, podría afirmarse que el bebé nace totalmente equipado y preparado para vivir una relación de apego con otro ser humano, habitualmente la madre, de quién habrá de recibir la satisfacción de sus necesidades básicas en un clima emocional de afecto para poder sobrevivir.
La madre o figura cuidadora no siempre está preparada para vivir la relación de apego, ya que ésta requiere una actitud de disponibilidad mental y temporal para tolerar la dependencia que requiere el bebé, no compatible con cambios frecuentes. Conseguir una estabilidad relacional primaria, en el tiempo y en el espacio, promoverá el conocimiento mutuo madre-bebé, facilitará el proceso de adaptación mutua y permitirá el desarrollo de la intersubjetividad, entendida como ese encuentro de conexión emocional íntimo entre el bebé y su madre. Todo ello, conjuntamente con la maduración neurológica y psicomotriz del bebé, potenciará el buen desarrollo individual del pequeño, el cual incrementará la confianza básica para poder anticipar y esperar aquello que desea, diferenciará lo nuevo de lo ya conocido.
La crianza de apego supone intensificar y prolongar en el tiempo las características de la relación de apego, por una decisión ideológica del entorno (ya sea únicamente de la madre o ya sea de ambos padres) con la expectativa de que el desarrollo del niño sea óptimo a todos los niveles. La cuestión que plantea es cómo se integran las ansiedades de separación entre la figura cuidadora y el niño, y cómo se manejan las frustraciones de los deseos en este modelo. La experiencia muestra que la crianza de los hijos presenta escollos que hay que abordar a partir de los conocimientos e intuición de los progenitores, ya que no hay nada escrito sobre la mejor manera de enfrentarlos. Un ejemplo de ello es la cuestión de a qué edad del hijo se ha de retirar la lactancia materna, o cuándo ha de dormir en su cama y dejar la habitación de los padres, o cuándo ha de caminar y dejar el cochecito que le transporta, y cuándo se le pueden retirar los pañales para que habilite el control de esfínteres, y así hasta un largo etcétera de situaciones que hay que ir decidiendo, a partir del conocimiento que se va teniendo de los pequeños y la disposición mental y real de los progenitores.
Lo que tienen en común todas estas situaciones es que implican cambios para ambos miembros de la relación y, en consecuencia, son generadoras de ansiedad y frustración que bien elaboradas representan un progreso para ambos. Por ello, al realizar la historia clínica de los pacientes se valora muy especialmente los datos que se refieren a estas situaciones, conocer cómo se han resuelto estos momentos difíciles que el crecimiento plantea. Es una información muy interesante precisamente porque no hay una única manera de hacer, por lo que la peculiar forma de enfrentar estas cuestiones resulta muy reveladora sobre cómo ha sido la relación del pequeño con su entorno.
Parecería que la crianza de apego pasa por encima de estas situaciones que plantean un problema a resolver, una decisión a tomar a partir de la observación, la acción y la reacción. La crianza de apego no expone cómo se enfrentan los cambios y las frustraciones, como si estas cuestiones conflictivas ligadas al crecimiento de los niños y que repercuten en la relación materno filial se resolvieran por evolución espontánea.