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Ana Minieri Psicóloga clínica y psicoterapeuta en Barcelona

”Más de treinta años de experiencia en asistencia y tratamientos psicológicos en Barcelona.”

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Desde la perspectiva de la psicología evolutiva, la manifestación de determinadas emociones por parte del/a niño/a, en concreto las emociones de envidia y celos, se considera un indicador de la adecuada estructuración de su psique, especialmente en lo que se refiere a su progresiva capacidad de diferenciar el yo del no-yo y a su individualización, la cual constituye la base del desarrollo de la conciencia de la propia identidad. Desde el punto de vista del eje confusión-diferenciación del yo-no yo, los trastornos del desarrollo anteriores a la emergencia de la envidia y los celos podrían considerarse patologías primitivas, como son el autismo y los diferentes tipos de psicosis infantiles. Y los trastornos posteriores, podrían sintetizarse como patologías del vínculo.

Trataré de definir y diferenciar la envidia y los celos porque es frecuente considerarlas emociones similares y fáciles de confundir. El sentimiento de envidia hace su aparición cuando el/a niño/a pequeño/a ya es capaz de darse cuenta que depende de otra persona (madre, padre, u otro) para atender sus necesidades vitales, para crecer y aprender. Es un período en el que la omnipotencia infantil va cediendo en beneficio del aumento gradual de la diferenciación entre el yo y el no-yo.

La envidia es un sentimiento doloroso, que en su origen pretende destruir y dañar ese crucial vínculo de dependencia, como una reacción a la propia pequeñez y desvalimiento infantil. A la vez que, la persona de quien se depende es considerada mucho más valiosa que uno/a mismo/a, y esta diferencia, a pesar de necesitarse para sobrevivir y crecer, resulta insoportable. Posteriormente, a lo largo de la vida, todas aquellas situaciones que reactiven un esquema relacional similar, es decir, relaciones en las que se produzcan asimetrías serán potencialmente susceptibles de desencadenar envidia en aquella persona. Ahora bien, la adecuada evolución y crecimiento del/a niño/a, con el consecuente desarrollo de los propios recursos y autoestima, posibilita que tales sentimientos de envidia puedan ser modelados, matizados, corregidos e incluso transformados en sentimientos de colaboración y cooperación con los demás seres humanos, habilitando las propias capacidades para ello. Por consiguiente, hablaríamos de la transformación de la envidia más patológica, primitiva y dañina, en lo que comúnmente se expresa como envidia sana, aquella que permite desarrollar la admiración por el/a otro/a y estimular en uno/a mismo/a el deseo de llegar a ser como él/ella.

Los celos hacen su aparición en la vida del/a niño/a más tardíamente que la envidia, coincide con su percepción del mundo externo mucho más amplia. Esto significa que no sólo existe el/a niño/a y su cuidador/a, sino que ya puede reconocer que la madre o sustituto/a, no se relaciona exclusivamente con él/ella, sino que también se relaciona con otras personas afectivamente importantes, por ejemplo, el padre y/o los/as hermanos/as, a quiénes también estima. La conciencia de esta realidad le genera el miedo de que la persona (madre o sustituto/a) que tanto necesita y ama pueda dejar de quererle/a, o bien, pueda quererle/a menos que a los/as demás. Este pensamiento – o realidad- es lo que resulta doloroso, por lo que los celos o la inseguridad, el temor a perder el amor de la persona amada provoca que se rechacen las terceras personas. La expresión más patológica de los celos sería la celotipia, en la que la intensidad de los celos es tan exacerbada que puede llevar al individuo a explicar/se sus sentimientos a base de argumentos delirantes, que a su vez le justificarían ejercer un control posesivo y tiránico hacia la persona amada. Así pues, lo que pudo ser amor en un determinado momento pasa a degenerar y a transformarse en un maltrato psíquico, que puede llegar al maltrato físico. Por otra parte, cuando el/a niño/a puede tener adecuadas experiencias de cuidado a lo largo de su desarrollo y gozar de un entorno provisto de calidez afectiva, entonces podrá mostrar la mejor y la más evolucionada versión de los celos. Esto es, por amor al otro estimularse a ser mejor, y cuidar delicadamente la relación.

Teniendo en cuenta el amplio espectro de matices e intensidades emocionales, tanto la envidia como los celos, son emociones difíciles de soportar en uno mismo y en los demás, a la vez que son susceptibles de generar conductas reprobables. Todo ello hace que sea difícil empatizar con esta situación emocional, por lo que la falta de empatía puede derivar hacia la intolerancia social.

Ana Minieri
Ana Minieri | Psicóloga clínica y psicoterapeuta en Barcelona

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